6 de agosto de 2009.- Porque el bosque es siempre un bien común. Es decir, exactamente lo contrario de lo que ironizó Chumy Chúmez en, acaso, el chiste más recordado.
Por cierto, que esta calificación de patrimonio que le damos, algunos, al árbol se basa en la evidencia de que la infinidad de servicios ambientales que presta provienen de muchísimo antes de que nuestra especie se irguiera sobre sus extremidades posteriores. Porque la creación de suelos, microclimas, fuentes y mucha multiplicidad vital no puede ni debe tener propietarios particulares. Y ya cansa.
Cuesta, ante la monótona redundancia del estacional desastre, aportar alguna nueva idea que no sea como los bomberos o últimamente el cuerpo especial del ejército para las catástrofes. Ya nos hemos desgañitado todas las veces posibles comentando que no se valora al bosque en la medida de su insustituible importancia ni siquiera nos aproximamos a la limosna más tacaña cuando se divulgan las cifras de las pérdidas estimadas.
Las cenizas, demasiadas veces, son un testamento en el que se nos comunica que hemos sido desheredados. Que ya no disfrutamos de las vivaces compañías de las sombras, los cantos de las aves, o del lento e invisible trabajo de depurar aires que cumplía la arboleda. Por supuesto que sigue faltando un ingente sistema de defensa pasiva de nuestras masas forestales. Que el imponente despliegue para la extinción no aumenta ni un ápice la idea y constatación de que estamos del todo indefensos ante este saqueo que culminan las llamas pero que casi siempre tiene a un delincuente, que sí está seguro de quedar impune, como directo responsable.
Parece que no hay muchos más cortafuegos que las propias condiciones climáticas, cada día más deterioradas precisamente por la pérdida de los eficaces auxiliares que son los bosques.
Hay muchas iniciativas que poner en marcha al mismo tiempo. Acaso la más acuciante sea declarar la defensa de nuestras masas boscosas como un aspecto prioritario de la seguridad nacional. A la espera, claro está, de que las formas de calcular la actividad económica nos demuestren que somos cada día más pobres también por culpa del fuego de bosques.
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